Cuando personas físicas, organizaciones y entidades están siendo investigadas por haber cometido algún tipo de conducta delictiva relacionada con el fraude o el blanqueo de capitales es habitual escuchar aquello de ‘yo no sé nada’, ‘las cuentas las llevaba otra persona’ o ‘no recuerdo lo que firmé’. Y la verdad es que no mienten (del todo). En la mayoría de las ocasiones cuando una persona va a llevar a cabo un negocio fraudulento a sabiendas suele poner a la cabeza de sus cuentas y sociedades a alguien totalmente ajeno a dicho negocio. Este sería un testaferro, es decir, una figura útil para evitar ser descubierto en su engaño (eso sí, el testaferro no solo participa en operaciones ilegales, siendo una figura que se suele usar para firmar contratos o transacciones en nombre de otra persona en actividades legales, sin suponer mayor problema).
El problema viene cuando el fin último del uso de un testaferro es la ocultación de la identidad, cometer un fraude o la falsedad documental. Por todo ello es fundamental que las pymes tengan a su disposición herramientas que permitan conocer la verdadera identidad de la organización con la que se están realizando negocios.
La globalización empresarial e industrial hacen que las brechas para el blanqueo de capitales se diluyan cada vez de forma más vertiginosa entre empresas puente o pantalla. Estas suelen estar situadas en territorios conocidos como offshore, es decir, con secreto bancario o fiscalidades ventajosas para hacer más complicado su descubrimiento. Y las tecnologías actuales hacen cada vez más fácil la predicción de estas actividades, ayudando a las empresas de cualquier tamaño a prevenirlos y a cumplir con sus obligaciones normativas en la materia.
Todas las empresas hoy en día pueden realizar transacciones internacionales con compañías de cualquier lugar del mundo, interesando esto especialmente a las más pequeñas (consiguen ser más competitivas y pueden arañar cuota de mercado a las grandes empresas). Sin embargo, la dificultad que entraña ser pequeño provoca que se dejen de lado aspectos importantes en el ámbito del ‘compliance’.
Los reguladores, tanto nacionales como europeos, cuentan con una serie de medidas muy estrictas para luchar contra el blanqueo de capitales. No obstante los criminales siempre están buscando nuevos métodos para evitar la detección de esas actividades ilegales. En España se ha producido un avance bastante importante en esta materia con el desarrollo de la Base de Datos de Titularidad Real. Es inédita en el mundo, y se trata de un índice único informatizado en el que se incorporan los datos de más de dos millones de organizaciones. A su vez permite a las autoridades competentes en la materia conocer quiénes son las personas que se ocultan detrás de los testaferros y actuar, si es necesario, contra el blanqueo de capitales, financiación del terrorismo y fraude fiscal.
En resumen, la figura del testaferro no debe echar atrás a ninguna pyme cuando vaya a iniciar un negocio con terceros. Sin embargo sí que es imprescindible utilizar herramientas de identificación formal antes de cerrar ningún acuerdo (aún cuando se trate de operaciones, supuestamente, de poco riesgo). Por todo ello las pymes han de poner en funcionamiento nuevas prácticas y procedimientos basados en inteligencia con el objetivo de conocer a los clientes y averiguar el propósito de la relación de negocios.
*Fuente de la información ‘El Economista’.
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