Toda empresa cuenta con tareas tediosas, pesadas e incluso desagradables que hay que hacer pero de las que nadie quiere ocuparse. Y, como consecuencia, también tiene a aquellas personas que, o bien por orden directa o por iniciativa propia, terminan haciéndose cargo del problema. Normalmente es el departamento de recursos humanos el que debe dar respuesta a esta problemática que, para muchos, se convierte en una incomodidad continua.
Los ‘marrones’, como suelen llamarse, suelen ser tareas puramente administrativas o aquellos proyectos en los que te han involucrado, pero que sabes que no te van a aportar nada. Ni una promoción, ni un incremento salarial ni un aprendizaje profesional.
Los expertos coinciden en afirmar que dentro del término ‘marrón’ podemos meter a todo el paquete de situaciones que definen una tarea que nadie desea hacer. Este concepto es bastante amplio, porque cada empresa y sector, así como cada departamento, tiene unas labores concretas que suelen ser las menos atractivas. Y la razón por lo que esto es así suele estar íntimamente relacionada con la optimización de los recursos económicos de las organizaciones, que recortan en personal pero no en tareas, haciendo que muchas de estas labores que antes tenían dueño recaigan ahora en otros profesionales.
Sin embargo, y a pesar de lo expuesto, ese no es el gran problema. El principal escollo es la mala gestión de los ‘marrones’, de manera que en muchas ocasiones estas tareas recaen, de forma reiterada, sobre la misma persona o grupo. Y eso tiene unas consecuencias innegables en lo relativo al desarrollo profesional y a la imagen que cada empleado tiene en la empresa.
Y es aquí donde entran en juego los buenos directivos. Estos deben saber gestionar los encargos, así como repartirlos y dosificarlos. En caso contrario el profesional quedará muy quemado y no se sentirá realmente valorado por sus superiores.
Pero la mala gestión de estos casos no solo se ve reflejada en un mal reparto, haciéndose también palpable en todo lo relacionado con la comunicación. En ocasione el profesional tiene la sensación de que él es el único que recibe este tipo de encargos, y eso es porque no se ha comunicado de forma correcta. Por eso es necesario hacer saber a todo el equipo que este tipo de tareas se reparten entre mucha gente, tanto para que alguien que protesta vea que no es el único al que se le piden estos favores, como para que otros que siempre consiguen escaquearse sepan que tienen que aportar su ayuda y evitar que otros carguen de forma continuada con el peso.
A pesar del malestar que genera ser el receptor habitual de estos recados es fundamental saber que estos pueden servir como revulsivo para muchos trabajadores. Si los consigue gestionar de forma resolutiva será una forma de demostrarse a sí mismo que ha salido airoso de una situación complicada, de saber que ha podido solventar algo difícil.
Por su parte los ejecutivos que encargan estas tareas pueden descubrir, gracias a ellas, a perfiles metódicos que solucionan los problemas, es decir, a líderes que han estado escondidos en la empresa.
Mientras tanto, si la empresa no es responsable y no reparte de forma equitativa las tareas extra, lo que recomiendan los expertos es que cada profesional, por iniciativa propia, desarrolle la habilidad de esquivar estas tareas en la medida de lo posible, y no quedarse con ese rol dentro de la empresa, ya que una vez que lo adquieres resulta muy complicado deshacerte de él.
*Fuente de la información ‘Cinco Días’
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