Por regla general para hacer un cambio en nuestras vidas lo primero que debe existir es el descontento o disconformidad, así como las ganas de querer conseguir algo más grande. Y por este motivo muchos pasan de ser asalariados o empleados a trabajar por cuenta propia y convertirse en su propio jefe.
Todo cambio conlleva un riesgo, y mientras más alto sea el riesgo, más altas serán también las ganancias. Cuando se produce este cambio tan radical hay que saber diferenciar entre trabajadores independientes en su propia área y los emprendedores.
Cuando una persona es autoempleado todo depende de ella, es decir, sus ingresos irán acordes al nivel que dedique a su trabajo. Su productividad se verá limitada a lo que su cuerpo y mente le permita, y cuando no esté disponible no generará ningún tipo de ganancias.
Por otro lado los empresarios son el cerebro de su emprendimiento, pero no siempre la mano de obra. Quizás al comienzo, cuando se está empezando un negocio, este sí que dependa completamente de él, pero a medida que pasa el tiempo lo normal es contratar personal y comenzar a delegar las actividades. Esto hace que el empresario pueda incluso ausentarse de su empresa mientras sigue ganando dinero (pero siempre y cuando los empleados estén debidamente capacitados y existe una cultura organizacional sólida).
Otra gran diferencia entre el autoempleo y el empresario es la diversificación. Mientras los autoempleados tienen que dedicarle gran parte de su tiempo a su trabajo para que este funcione, los empresarios tienen la oportunidad de realizar otros emprendimientos o invertir sus horas en diferentes actividades que no tienen nada que ver con su empresa.
Esto no quiere decir que no trabajen, pero más que estas presentes se encargan de actividades de más alto nivel. Además, al tener empleados contratados, las horas de productividad se incrementan. Siempre se logra más trabajando en equipo cuando el objetivo es claro, existe motivación y los procedimientos son los adecuados.
Por último, pero no por ello menos importante, la tercera diferencia más grande es la responsabilidad que tienen los empresarios y los autoempleados. La de estos últimos se limita a sí mismos, a sus clientes y proveedores, mientras que la responsabilidad de los empresarios va mucho más allá. Aparte de ser responsable por los mismos aspectos que un autoempleado, se le suma la responsabilidad que debe tener por cada una de las personas que trabajan para él: responsable de pagar sus salarios, la seguridad social, seguro laboral, etcétera. Estos son parte de los riesgos que toman los empresarios y por los cuales no cualquier persona se atreve a estar en esta categoría.
Lo más común es que los empresarios sean autoempleados que han tenido una visión más amplia y han usado todos sus conocimientos y experiencia para expandir su área de alcance, y ambas categorías son admirables.
*Fuente de la información ‘Zona Autónomos’.
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