Durante los últimos meses el movimiento feminista ha crecido exponencialmente en nuestro país. El objetivo del mismo es luchar contra asuntos de la actualidad pública que discriminan a la mujer por el hecho de serlo, como la brecha salarial o la violencia machista.

Pero esa histórica relegación de la mujer a un segundo plano también pasa por el sector del consumo, siendo una realidad documentada la existencia global de la conocida como ‘tasa rosa’. Según esta el público femenino paga un sobreprecio por la adquisición de productos y servicios que cuestan más que en la versión masculina. Por lo general ser mujer es más caro que ser hombre, al menos en ciertos productos y servicios pero, ¿hay algo de mito en su existencia?

Según algunos expertos en la materia si existe una ‘tasa rosa’ también existe una ‘tasa azul’, puesto que las diferencias de precios se dan en los dos sentidos. En España, según encuestas y estudios recientes, la ‘tasa rosa’ es una realidad en productos de higiene íntima o depilación, pero también hay productos en los que los hombres pagan un promedio de un 23% más (especialmente en el sector de la vestimenta y complementos).

En contrapartida, otras investigaciones sí han encontrado argumentos más sólidos que certifican la realidad en la discriminación de precios en productos dirigidos a las mujeres. La oficina de consumo de Nueva York (EEUU) no sólo lo confirma, sino que sostiene que, en base a un estudio con 800 referencias de 90 marcas en 35 categorías distintas, las mujeres americanas pagan, de media, 1.400 dólares anuales más que los hombres en los mismos productos. Entre estos sobreprecios destacan la ropa de niños (+4%) y adultos (+8%); cuidado personal (+13%) o juguetes (+7%).

En España asociaciones de consumidores alertan de la fuerte presencia de la ‘tasa rosa’, especialmente acusada en el caso de las cuchillas, donde se han encontrado diferencias de hasta un 171% entre el coste de las versiones azules y rosas en los supermercados en detrimento de ellas. Otros productos como los perfumes y los zapatos de mujer son un 7% más caros que sus homólogos masculinos, cifra que se dispara hasta el 24% en el caso de relojería. Y es que, en el 62% de los casos analizados, la versión femenina es más cara frente al 27% de las versiones masculinas.

No obstante, la primera investigación académica española sobre la materia echó por tierra la existencia de discriminación por razón de sexo en productos de consumo, al menos en la actualidad. Así, con una base de más de 1.500 referencias de seis de las principales cadenas de distribución españolas, el estudio señala que son muy pocos los productos con variabilidad de precios, y que sólo hallaron sobrecostes en artículos similares para ambos sexos, y en aquellos con diferencias funcionales para adaptarse a las características femeninas (con una diferencia del 16,4%).

Cabría preguntarse, por tanto, si esas diferencias funcionales verdaderamente justifican que las mujeres paguen más. En cualquier caso, en el estudio sí se aprecia un cambio de tendencia por parte de buena parte de las cadenas de distribución españolas para acabar progresivamente con el impuesto de género.

Sin embargo, la ‘tasa rosa’ continúa registrándose en España más allá de las superficies comerciales con su aplicación a ciertos servicios, como es el caso de la peluquería. Las mujeres pagan de media 40 euros por lavar, cortar y peinar (frente a los 20 euros de media de los hombres).

Otro aspecto que también llama la atención es el hecho de que los productos de higiene íntima femenina tengan un IVA del 10%. En nuestro país no se consideran a estos productos como artículos de primera necesidad, a pesar de ser un producto básico en la higiene de una mujer durante una media de 35 años.

Pero, y siempre atendiendo a la opinión de los expertos, la existencia de la ‘tasa rosa’ no responde a causas sexistas, sino más bien a una estrategia de marketing. El sexo femenino toma entre el 80% y el 90% de las decisiones de compra en comida, coches, electrodomésticos y belleza, además de representar el 40% de la fuerza laboral mundial y el 70% de la fuerza de consumo. Por todo ello las empresas encuentran un filón del que sacar ingentes beneficios.

Los hombres por su parte no son tan proclives a consumir, y como consecuencia no son objeto de subidas de precio. Los expertos aluden a que la única forma de atraer su atención hacia un determinado producto es a través de una bajada de precio.

Sin embargo, esta justificación comercial no evita la inmoralidad de esta práctica, teniendo en cuenta el problema de la brecha salarial aún sin resolver en España. Lo que sí está claro es la responsabilidad, por parte de la empresa y del consumidor, de acabar con este fenómeno y fomentar un consumo más justo.

*Fuente de la información ‘El Mundo’.

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